Es inconfundible e innegable lo mal que nos hace
sentir no tener control de la realidad. Por ejemplo; cuando algunas cosas o
circunstancias nos afectan a través de otros, lo mejor que podemos hacer es
enmascararla con palabras de aliento como “todo estará bien”, olvidando y
obviando el hecho de que no somos nosotros quienes necesitamos estar en calma,
ni tener ese consuelo, no; no somos nosotros quienes necesitamos sostenernos en
pie mientras se lucha por continuar adelante a pesar de las dificultades existentes.
Lo que tal
vez atormente a nuestro espíritu es estar seguros de que recae en nosotros la
responsabilidad de no permitir que se derrumbe ese incierto consuelo, somos los
directos responsables de estar atentos y atados a no permitir que la barrera de
la melancolía ate aquellas situaciones tan abrumadoras. Sabemos que la vida es
un largo camino que tiene muchas opciones por seguir, que las decisiones
afectan no solo a quien las toma, sino también a quienes tienen la
responsabilidad de llevarlas a cabo.
Somos un
grupo de ingenuos cuando pensamos que somos únicos porque tenemos inteligencia
para decidir. Que lejos de la verdad estamos cuando creemos que no dependemos absolutamente
de nadie ni de nada. Pero como se ha manifestado en tantas otras páginas, somos
una de las creaciones con el deber de estar al tanto de los miedos que nos
aplastan si lo permitimos.